Nos comemos con la mirada mientras tenemos charlas interminables. Miro cada
rincón de tu cara sin dejar de soñarte y hasta el tacto se vuelve
innecesario porque igual te siento con mi campo visual mientras en mi
pecho una fogata eleva sus flamas.
Casi expulso humo por mis
orejas. Hasta quiero llorar. Ese es el valor de algo, de un sueño,
que crece y crece y que parece irreal
(¿Eres una
ilusión? No te desvanezcas).