Qué
asquerosa ciudad es esta, con mugre por doquier y la muerte que silba
su canto macabro; un olor aturde a los que viven, un bramido salvaje
calla a aquellos que añoran silencio. No estamos en una luz infinita
sino en oscuridad. Ocultos y sumisos son los animales, que traen la
peste y no la bondad. Ya nos enfermamos sin siquiera darnos cuenta, y
volvemos a la podredumbre miserable como si de otra época se
tratase.