¡Qué delicia la
brisa que me acompaña esta tarde!, mueve mi ropa holgada y la hace
bailar, la hace moverse sin control, como un animal lleno de furia
queriendo escapar de su prisión. Como si el viento quisiera
desnudarme en plena playa.
Pienso. Como
siempre, pienso mucho. Pienso demasiado. Pienso en lo que he dejado
de hacer, en lo que quiero convertirme, en lo que quiero hacer, en lo
que tengo miedo de intentar. Pienso mucho. Imagino mucho. Construyo
escenas y creo películas, cortometrajes.
Mis ojos se tornan
llorosos ante la voz del viento. Ha pasado mucho y a la vez tan poco.
He luchado con la misma bestia muchas veces, y justo cuando creo que
le he ganado resulta que está lista para un nuevo round.
Pero yo no
estoy listo, nunca lo estoy.
Entre el viento y mi voz, se crea eso que los niños llaman "lloriqueo", quebrando lo que me queda de adultez, y llamando al niño que busca a su madre en plena noche, con lagrimas en los ojos, rogando a que más nada lo atormente mientras sueña.
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