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jueves, 28 de febrero de 2013

Palabras para una nueva idea: "La historia de Sebastián"





Sentado en su solitaria cama, Sebastián abre su libreta de notas recién comprada en la tienda de la esquina. Y, siguiendo los consejos de su terapeuta, anota lo siguiente:
 
“No teníamos idea de cómo empezar el día, así que simplemente nos enamoramos.”
 
...

 
Se puede hablar mucho de Sebastian, pero al mismo tiempo se puede hablar muy poco. Es como hablar de una pequeña partícula de polvo, o como hablar de una minúscula hormiga: A pesar de su tamaño y de lo insignificante que pueda parecer, existe un mundo repleto de cosas interesantes, fascinantes para pocos y solo deslumbrantes para una sola persona. Esa persona es Sara. Se podría hablar de Sara de una manera inversa a la de Sebastian: ella es un mar de cosas interesantes en el exterior, pero también lo es en el interior, solo que en este último caso prefiere omitir la existencia de algo mas profundo que su aspecto.
 
Agosto pasó rápido como el amor entre Romeo y Julieta, pero duró lo suficiente como para dejar una marca en el mundo entero de Sebastian Garmendia. Para conocer la raíz del problema, primero la historia debería ser contada desde el principio de todos los tiempos, o por lo menos desde el nacimiento de Ambos. Sebastian nació en una comunidad no muy grande al norte del estado Bolívar, donde hoy en día la gente camina por las calles con trapos en la boca para no morir asfixiados por el humo contaminante de las industrias; pero en aquel entonces, era una comunidad llena de vida y color: nunca faltaba el amigable vecino que te daba los buenos días, ni las calles llenas de brillo, ni el olor a café y a empanadas a tempranas horas de la mañana. Un Lunes, a las tres de la mañana, Liliana de Garmendia y Paolo Garmendia comían dulces mientras veían una película en la comodidad de su hogar; no acostumbraban a ese tipo de actividades nocturnas, pero la vida les había ofrecido la bendición de su primer hijo, ya casi listo para salir del vientre de Liliana. Así que la alegría del amor, la sensación de vivir, y la compañía que se ofrecían mutuamente fueron los factores claves para que en ese momento la sigueña tocase la puerta del vientre de Liliana y rompiese fuente en medio de “La vida es bella”. Y el dolor llegó, junto con la angustia y la preocupación, pero después pasada la tormenta de gritos, sangre y fluidos, la luz enviada por Dios alumbró sus caras de estúpidos e inocentes enamorados, dando a conocer el pequeño rostro regordete que era el de su recién nacido. Al niño no lo habían terminado de limpiar cuando Liliana dijo: “Sebastian”. No hubo peros con el nombre, no fue planificado, pero fue el que se le vino a la mente a Liliana en ese instante, salido de su alma y su corazón de madre, así fue como Paolo terminó por encariñarse con el nombre de su primogénito, tanto así que no paraba de repetirlo una y otra vez en su mente, al comer, al vestirse y al bañarse.
 
Pero nada en este mundo es eterno, y las risas se vuelven llantos, y los chocolates se vuelven veneno. La familia Garmendia parecía tenerlo todo, o por lo menos lo necesario para ser felices. Cada habitante de aquella comunidad comentaba lo bien que le iban, de lo encantador que era el señor Paolo y de lo servicial que solía ser Liliana, y mucho hablaban del pequeño Sebastian, que pronto se ganó el corazón de todas las madres de la zona, por lo buen mozo que resultaba ser de bebé. Pero una cosa llegó a la otra, y los vidrios de felicidad se desmoronaron una noche en que Liliana descubrió la terrible verdad de su marido: Una infidelidad que este había llevado a cabo durante años, incluso antes de que su primogénito naciera. La gran mentira se descubrió debido a una nota que la misma mujer, cómplice del señor Garmendia, le dejó a Liliana en la puerta de su casa, donde se explicaba cada detalle de su relación y el nombre de los hijos que habían tenido durante los diez años de adulterio. En un arrebato de cólera, Liliana corrió a su marido de la casa, se hicieron tramites para el divorcio y la custodia de Sebastian quedó en manos de su madre; todo esto pasó cuando sebastian tenía tan solo ocho años. Y fue así como la pobre criatura vio la destrucción de la felicidad que sus padres habían cultivado, y el amor que antes inundaba las paredes de su hogar desapareció sin dejar rastro alguno de emociones puras, ni esperanzas de un amor duradero.
 
Y así pasó el tiempo. Sebastian llegó a los veintiún años de edad y seguía viviendo en la misma casa con su madre. La mujer no volvió a casarse ni tuvo más hijos, aunque sí muchas relaciones, todas turbulentas y amargas, no solo para ella sino también para su hijo. Sebastian nunca obtuvo esos hábitos de don juan de su padre, era muy poco popular con las jóvenes de su edad pero por alguna extraña razón atraía a mujeres mucho mayores que él. Tanto así que su primera relación sexual fue con una mujer de la edad de su madre; Catarina Montillo, vecina de ellos desde que Sebastian tenía unos doce años de edad; se le ofreció un día en que el muchacho se encontraba llorando en las escaleras que dan a la entrada de su casa. No hizo falta mucha seducción para atrapar al quiceañero deprimido en las redes de aquella extraña y solitaria mujer. Y de esa forma se corrió el rumor por las vecinas de la zona, y de la ciudad entera. Las viejas chismosas no paraban de hablar de los dotes sexuales del inocente, o ya no tan inocente, Sebastián. El pequeño y dulce sebastian, cuyo nombre antes era sinónimo de dulzura, se convirtió en un gigoló gratuito para mujeres mayores y desesperadas por cariño, durante años.
 
A pesar de lo bien que le iba en el sexo a esa edad, siendo tan callado para las mujeres veintiañeras, no pudo sostener relaciones duraderas con personas de una edad conveniente para él. Siempre terminaban en rupturas infantiles, y el joven siempre culpaba a la falta de madurez de las jóvenes de su generación. Por esto mismo, sintió que no le hacia falta estar con alguien de su edad, ya que podía tener la completa madurez de una mujer, o varias mujeres, cuando quisiera. Y esa fue su actitud durante mucho tiempo. Pero el futuro es incierto para todos, algo que Sebastian ignoraba para aquel entonces. No sabemos cuando nuestra manera de ver las cosas pueda cambiar, y cuando nuestros ojos puedan quedar deslumbrados por maravillas que pensamos que no existían; y con maravillas entran las personas, las emociones y los sentimientos.
 
Y es en este punto donde empezamos a hablar de Sara...

2 comentarios:

  1. ''No sabemos cuando nuestra manera de ver las cosas pueda cambiar, y cuando nuestros ojos puedan quedar deslumbrados por maravillas que pensamos que no existían; y con maravillas entran las personas, las emociones y los sentimientos''
    Me encantó esa frase, es muy cierta y la vez tiene tanto estilo como lo tiene tu historia a la cual me he sumergido por completo. Me gusta la manera en que redactas y escribes cada línea. Te felicito mucho y me quito el sombrero.
    Yo me voy por la lírica pero de vez en cuando me sale cualquier historia que quiera contar.
    Pero en cuanto a ti, muy buena historia.
    Parabéns.

    El Cachalote.

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    1. Que bueno que te haya gustado. Estoy pensando en continuar la historia si me siguen llegando ideas, aun tengo que estructurar bien el personaje de Sara. También disfruto escribir sobre otras cosas, como te podrás haber dado cuenta, si has visto otras entradas de este blog.

      Gracias por tomarte la molestia de leer esto y gracias por los cumplidos, un saludo grande!

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