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No sé si habrá cruzado
por sus mentes alguna vez el preguntarse cómo se sentiría salir de
bachillerato estando en un país con mejores condiciones, opciones y
oportunidades de estudio y trabajo. Recuerdo haber estado indeciso y confuso para aquel entonces, cosa que siento es completamente normal:
nos traga el mundo de repente. Pero ya nuestro país está en otras
condiciones de vida, mucho más preocupantes de lo que eran antes.
Ya parece mucho más
común que el joven bachiller no se sienta a gusto con estudiar y
surgir en Venezuela, cosa que deriva obviamente de la gran cantidad
de “drama” que vive día a día nuestra tierra. Porque (y seamos sinceros) parecemos
ser una telenovela escrita por Leonardo Padrón: medio cómica
pero enredada.
Aquellos miedos se han
vuelto fobias, angustias y ansiedad. Este año se gradúan miles de
estudiantes de bachillerato, sueltos en la población flotante, y
dispuesto a buscar una mejor calidad de vida en otra parte. Pero esta
decisión, lastimosamente, es solo fiable para los que de verdad
tienen recursos.
Los que decidan quedarse,
ya sea por valentía o porque no les queda de otra, tienen varias
opciones por las cuales optar. Adentrarse al salvaje mundo de las
universidades públicas que, bien sabemos, hoy en día no tienen el
trato que merecen; donde los más afectados siempre son los
estudiantes; reina el caos, los paros de profesores y la pérdida de
semestres. Luego están las opciones de estudiar en una buena
universidad privada o en una mala universidad privada. Y muchos saben
a qué me refiero con esto último.
Pero, por como estamos
económicamente, en este país donde parece que el dinero no vale
nada, donde parece que nunca podemos darnos los gustos que
queremos y merecemos (y si lo logramos es con mucho esfuerzo y limitaciones), donde hasta las necesidades prioritarias y
básicas del ser humano son limitadas por la escasez y otros factores
que de los cuales estoy seguro ya todos están al tanto, no todos pueden darse el
“lujo” de pertenecer a una institución privada y sobre todo
buena.
Como última opción,
estaría acudir a las bien llamadas universidades bolivarianas, donde
no es mentira que recibirán una educación gratis, con instalaciones
decentes, pero a cambio tienen que estar dispuestos a que sus
conocimientos sean limitados mientras acceden a que les laven el
cerebro, y deban leer textos donde la historia de nuestro país es
deformada, y donde les enseñan a dedicar sus vidas a la deidad de San Chávez.
¿No suena tentador?
Con todo esto recalcado les aseguro: no es imposible surgir en
Venezuela, ¿que es el triple de difícil si nos comparamos con
países más desarrollados?, sí, eso es cierto, pero imposible no
es. Plenamente, deben ver las condiciones en las que estamos, sin
ilusionarse en que las cosas se les darán de las mejores maneras
posibles, ya que las oportunidades se han reducido y parece que a
medida que pasan los años van decreciendo más. Si el extranjero
tiene que “echarle bola” a lo que hace para surgir, pues el
venezolano multiplica por... bueno... MUCHO esa cantidad de esfuerzo.
Se nos van talentos, se
nos van las luces que pueden hacernos mejores como ciudadanos; se nos
va la gente que le da vida a Venezuela. Y es triste pensar que si las
cosas no mejoran, en nuestro país solo quede la miseria y los que no
tengan a donde más ir.
A todos los que ahora
mismo se están graduando de bachiller, les digo: no odien a su
Venezuela, pero tampoco carezcan de inteligencia. Elijan con
sabiduría su profesión y ejerzan donde quiera que crean que serán
felices. Es su decisión echarle ganas aquí o afuera. Pero no se
olviden nunca de dónde vienen. Que en la mente siempre tengan una
arepa, unas curdas con los panas en la playa, un “chalequeo”, y
el orgullo pintado de tricolor.
Así salgan y luchen en la jungla del exterior, o decidan quedarse en nuestra catastrófica jaula, no olviden decir que son venezolanos. Estudien, SEAN INTELIGENTES, y sobre todo sean el cambio para que el mundo vea que Venezuela y su gente valen la pena.
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