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jueves, 31 de julio de 2014

Frente en alto, bachiller


Imagen tomada de Tumblr.com




No sé si habrá cruzado por sus mentes alguna vez el preguntarse cómo se sentiría salir de bachillerato estando en un país con mejores condiciones, opciones y oportunidades de estudio y trabajo. Recuerdo haber estado indeciso y confuso para aquel entonces, cosa que siento es completamente normal: nos traga el mundo de repente. Pero ya nuestro país está en otras condiciones de vida, mucho más preocupantes de lo que eran antes.




Ya parece mucho más común que el joven bachiller no se sienta a gusto con estudiar y surgir en Venezuela, cosa que deriva obviamente de la gran cantidad de “drama” que vive día a día nuestra tierra. Porque (y seamos sinceros) parecemos ser una telenovela escrita por Leonardo Padrón: medio cómica pero enredada.



Aquellos miedos se han vuelto fobias, angustias y ansiedad. Este año se gradúan miles de estudiantes de bachillerato, sueltos en la población flotante, y dispuesto a buscar una mejor calidad de vida en otra parte. Pero esta decisión, lastimosamente, es solo fiable para los que de verdad tienen recursos.



Los que decidan quedarse, ya sea por valentía o porque no les queda de otra, tienen varias opciones por las cuales optar. Adentrarse al salvaje mundo de las universidades públicas que, bien sabemos, hoy en día no tienen el trato que merecen; donde los más afectados siempre son los estudiantes; reina el caos, los paros de profesores y la pérdida de semestres. Luego están las opciones de estudiar en una buena universidad privada o en una mala universidad privada. Y muchos saben a qué me refiero con esto último.



Pero, por como estamos económicamente, en este país donde parece que el dinero no vale nada, donde parece que nunca podemos darnos los gustos que queremos y merecemos (y si lo logramos es con mucho esfuerzo y limitaciones), donde hasta las necesidades prioritarias y básicas del ser humano son limitadas por la escasez y otros factores que de los cuales estoy seguro ya todos están al tanto, no todos pueden darse el “lujo” de pertenecer a una institución privada y sobre todo buena.



Como última opción, estaría acudir a las bien llamadas universidades bolivarianas, donde no es mentira que recibirán una educación gratis, con instalaciones decentes, pero a cambio tienen que estar dispuestos a que sus conocimientos sean limitados mientras acceden a que les laven el cerebro, y deban leer textos donde la historia de nuestro país es deformada, y donde les enseñan a dedicar sus vidas a la deidad de San Chávez. ¿No suena tentador?



Con todo esto recalcado les aseguro: no es imposible surgir en Venezuela, ¿que es el triple de difícil si nos comparamos con países más desarrollados?, sí, eso es cierto, pero imposible no es. Plenamente, deben ver las condiciones en las que estamos, sin ilusionarse en que las cosas se les darán de las mejores maneras posibles, ya que las oportunidades se han reducido y parece que a medida que pasan los años van decreciendo más. Si el extranjero tiene que “echarle bola” a lo que hace para surgir, pues el venezolano multiplica por... bueno... MUCHO esa cantidad de esfuerzo.



Se nos van talentos, se nos van las luces que pueden hacernos mejores como ciudadanos; se nos va la gente que le da vida a Venezuela. Y es triste pensar que si las cosas no mejoran, en nuestro país solo quede la miseria y los que no tengan a donde más ir.



A todos los que ahora mismo se están graduando de bachiller, les digo: no odien a su Venezuela, pero tampoco carezcan de inteligencia. Elijan con sabiduría su profesión y ejerzan donde quiera que crean que serán felices. Es su decisión echarle ganas aquí o afuera. Pero no se olviden nunca de dónde vienen. Que en la mente siempre tengan una arepa, unas curdas con los panas en la playa, un “chalequeo”, y el orgullo pintado de tricolor. 

Así salgan y luchen en la jungla del exterior, o decidan quedarse en nuestra catastrófica jaula, no olviden decir que son venezolanos. Estudien, SEAN INTELIGENTES, y sobre todo sean el cambio para que el mundo vea que Venezuela y su gente valen la pena.


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