No
hay luz suficiente que elimine por completo esta oscuridad; la de mi
habitación, la de mi alma. Aunque las luces de los autos que pasan a
media noche lo intentan, con sus ruidosos adolescentes ebrios
destinados a morir jóvenes por haber intentado vivir demasiado
rápido. Pienso en ellos y bebo. Un trago amargo de mis propias
lágrimas. Nada nuevo. La misma botella y el mismo empaque caro.
Adornos sin razón para mis sentidos destruidos por el tiempo que
pasó.
Una
vagabunda pide dinero sin miedo a la noche ni a sus peligros. Lo
usará para drogarse y no para comer. Desde la ventana le lanzo
billetes porque puedo, porque me provoca, porque tengo, porque de
nada me sirven, porque hay algo que necesito ver. Ella corre y los
toma con desesperación. Parece un perro alimentándose de migajas.
¡Bebo
por su miserable vida que ha de acabar pronto, junto a la de los
adolescentes ebrios en sus coches caros!
No
hay luz suficiente que alumbre mi habitación, así que miro las
calles en busca de otras miserias ya que las mías me hartaron hace
tiempo. El trago amargo de la soledad me hace ver sombras que saltan
de la ventana, caen en el pavimento y corren, bailan y fornican en la
calle. Son más libres que yo. Son más libres que este cuerpo que ha
de morir en la cama.
¡Un
trago amargo por mi cuerpo putrefacto pegado a las sábanas, por la
anciana que vive de migajas de otros y por los bastardos ricachones
que pronto han de morir conduciendo sus autos!
Una
cucaracha se ríe de mí. No sé por qué lo sé pero se ríe de mí.
Vuela y se queda pegada al vidrio de la ventana, yo la abro para que
salga y huye lejos.
¡Licor
de lágrimas por la soledad de la cucaracha, que es más libre que
yo, pero está igual de sola!
Entre
tragos y lágrimas se me va la noche, la luna ni saluda ni está
atenta ante mi existencia ni la de los otros, que han de morir bajo
su luz tenue de todas formas. El licor de mis lágrimas se agota y ya
no encuentro forma de entretener a mi corazón sediento de dolor
innecesario. La cabeza me da vueltas, estoy tan borracho, soy una
bestia, soy el leviatán de la calle oscura, que los mira a todos
mientras no saben que los miro.
¡Lanzo
un jarrón con todo y flores a la calle, quebrando la ventana,
haciendo estallar los vidrios, causando ruido y dolor!
Un
auto lleno de adolescentes ebrios y sus gritos rompen el silencio de
la noche cuando mi jarrón cae sobre el parabrisas. El vehículo se
transforma en un toro salvaje y otro grito penetra la noche. Veo el cuerpo de la
vagabunda incrustado en la pared del edificio del frente. Uno de los jóvenes vuela y su cabeza se
destroza contra la pared. Otro abre la puerta, mareado, lleno de
sangre, y sin darse cuenta pisa a mi amiga la cucaracha solitaria.
¡Los
veo desde mi ventana; toco el filo de los cristales rotos hasta
sangrar! ¡Sangre, espesa, casi negra por la poca luz! ¡Entonces
estallo en carcajadas!
Excelente escrito, oscuro y psycho, muy mostro.
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