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martes, 30 de diciembre de 2014

Carcajadas





No hay luz suficiente que elimine por completo esta oscuridad; la de mi habitación, la de mi alma. Aunque las luces de los autos que pasan a media noche lo intentan, con sus ruidosos adolescentes ebrios destinados a morir jóvenes por haber intentado vivir demasiado rápido. Pienso en ellos y bebo. Un trago amargo de mis propias lágrimas. Nada nuevo. La misma botella y el mismo empaque caro. Adornos sin razón para mis sentidos destruidos por el tiempo que pasó.

Una vagabunda pide dinero sin miedo a la noche ni a sus peligros. Lo usará para drogarse y no para comer. Desde la ventana le lanzo billetes porque puedo, porque me provoca, porque tengo, porque de nada me sirven, porque hay algo que necesito ver. Ella corre y los toma con desesperación. Parece un perro alimentándose de migajas.


¡Bebo por su miserable vida que ha de acabar pronto, junto a la de los adolescentes ebrios en sus coches caros!


No hay luz suficiente que alumbre mi habitación, así que miro las calles en busca de otras miserias ya que las mías me hartaron hace tiempo. El trago amargo de la soledad me hace ver sombras que saltan de la ventana, caen en el pavimento y corren, bailan y fornican en la calle. Son más libres que yo. Son más libres que este cuerpo que ha de morir en la cama.


¡Un trago amargo por mi cuerpo putrefacto pegado a las sábanas, por la anciana que vive de migajas de otros y por los bastardos ricachones que pronto han de morir conduciendo sus autos!


Una cucaracha se ríe de mí. No sé por qué lo sé pero se ríe de mí. Vuela y se queda pegada al vidrio de la ventana, yo la abro para que salga y huye lejos.


¡Licor de lágrimas por la soledad de la cucaracha, que es más libre que yo, pero está igual de sola!


Entre tragos y lágrimas se me va la noche, la luna ni saluda ni está atenta ante mi existencia ni la de los otros, que han de morir bajo su luz tenue de todas formas. El licor de mis lágrimas se agota y ya no encuentro forma de entretener a mi corazón sediento de dolor innecesario. La cabeza me da vueltas, estoy tan borracho, soy una bestia, soy el leviatán de la calle oscura, que los mira a todos mientras no saben que los miro.


¡Lanzo un jarrón con todo y flores a la calle, quebrando la ventana, haciendo estallar los vidrios, causando ruido y dolor!


Un auto lleno de adolescentes ebrios y sus gritos rompen el silencio de la noche cuando mi jarrón cae sobre el parabrisas. El vehículo se transforma en un toro salvaje y otro grito penetra la noche. Veo el cuerpo de la vagabunda incrustado en la pared del edificio del frente. Uno de los jóvenes vuela y su cabeza se destroza contra la pared. Otro abre la puerta, mareado, lleno de sangre, y sin darse cuenta pisa a mi amiga la cucaracha solitaria.


¡Los veo desde mi ventana; toco el filo de los cristales rotos hasta sangrar! ¡Sangre, espesa, casi negra por la poca luz! ¡Entonces estallo en carcajadas!



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