De mí.
Tus ojos negros en tu rincón umbrío, con los susurros que salen de tu abismo, con tu
mirada tiesa hacia el mar de nuestros sueños. Mar que lloramos, mar
que creamos entre alcohol y sollozos. Entre alegrías lacrimosas.
Nubes que nos comen con la mirada mientras nadamos. Cielo rosa,
cielo rojo, cielo vinotinto. Y llueve la sangre de nuestras venas para que la
bebamos como niños sedientos de alguna lluvia repentina en temporadas de escasa agua. La tuya sabe mal, la mía peor: tan amarga... -los limones que crecían donde la abuela-. Veneno de tu beso que viaja en mi garganta, demuele mi estómago, hecatombe bajo el mar, choque de tren: te vi caminar mientras me ignorabas,
mientras paseabas con mi sombra. Se me cayeron mis sueños por culpa
de tu viento y cuando fui a recogerlos se los comieron las palomas, que eran negras
como el eclipse que pinta esos ojos y me absorbe en tu infinita soledad. ¿Por qué me matas y me enfermas de tu nostalgia?
Para ti. Pero más para mí, realmente.
Profunda tristeza, insufrible soledad, infinita nostalgia, ¿añoranzas de lo que pudo ser? Eso me dejan tus líneas, y siempre me resulta curioso que tú, con quien me río tanto, tenga esta faceta oscura, desconocida. Pero así somos todos, a cada uno de nosotros nos toca combatir a nuestros propios demonios, y para vencer en buena lid, debemos armarnos de pensamientos positivos, momentos alegres y risas eternas. Y no conforme con ser un mero espectador de vuestro duelo, tomo el papel de tu escudero y entro en la liza para entregarte un arma infalible, risas al final de este párrafo, nos veremos luego que triunfes y celebraremos que derribaste a tu adversario, a uno de tantos demonios. Buenas noches María.
ResponderEliminarSiempre es grato saber que me lees, amigo mío. Contigo puedo compartir risas siempre, pero saldrán, sin que te des cuenta, otras formas de mi persona. Aún así estoy dispuesto a mostrártelas porque confío en tu ojo crítico. QEPD María, esperemos que nunca la olviden en casa ajena.
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